martes, 29 de julio de 2008


Se dirigió hacia la cafetería en la que habían quedado. Lucía el sol, aunque el viento proveniente de las montañas disminuyera la sensación térmica de forma considerable. A pesar de todo, la temperatura era agradable ese 12 de mayo, y muchos clientes habían pedido sus consumiciones en la terraza. Fran se sentó a esperarla, meditando sobre su vida y su situación... recordando cómo la había conocido exactamente 3 años y medio antes. La camarera lo despertó de sus ensoñaciones, preguntándole si deseaba tomar algo justo en el momento en que ella apareció... Su rostro reflejaba de forma nítida lo que ella pensaba sobre aquella relación: que nunca le había amado, que había continuado por inercia, por no sentirse sola... Nunca había podido olvidar a su viejo compañero de alcoba, al que rechazó e hizo pedazos años atrás.

Pidieron 2 mostos, y se sentaron. Él la había emplazado en aquél lugar para comunicarle que no deseaba continuar con el juego en el que ella le había sumergido, en un rectángulo amoroso del cual sólo ella saldría bien parada. Cuando sus palabras salieron de su boca, él sintió una punzada enorme al ver que la expresión del rostro de ella ni se inmutaba, es decir, no le importaba lo más mínimo el no volver a verlo en su vida... Es más, le indicaba que si no era capaz de aguantar la situación, lo mejor era que no se volvieran a ver.
Tras una serie de recriminaciones mutuas, Fran decidió que lo más conveniente era irse de aquél lugar, aunque sus sueños de futuro junto a ella lo atormentaban una y otra vez hasta casi volverlo loco. Él había hipotecado gran parte de sus aspiraciones profesionales para estar a su lado, mientras que ella no había sido capaz tan siquiera de serle fiel durante los 7 meses que él había estado en el extranjero.

Ella lo retuvo un instante, sujetándolo por la mochila: “Espera, deja que me despida de ti” y le dio un último abrazo reconfortante para ella, pero que a él lo terminó de hundir. “Hasta para eso eres cruel y egoísta”, pensó él mientras se alejaba del lugar. “Te maldigo para siempre, que no encuentres la felicidad en la vida, puesto que allí donde vas, sólo dejas corazones destrozados” murmuró mientras recorría las calles de camino a su casa.